
“Con frío, pero con ganas”: el joven que sale a vender yogures griegos por las calles de Río Grande
Joaquín González tiene 27 años, una conservadora en mano y un sueño que construye día a día, incluso cuando el termómetro marca temperaturas bajo cero. Junto a su pareja, creó un pequeño emprendimiento de yogures griegos artesanales y saludables, y cada jornada sale a ofrecerlos por distintos puntos de la ciudad de Río Grande. A pie, con abrigo y con mucha voluntad, Joaquín apuesta al trabajo independiente, a la alimentación consciente y al vínculo directo con sus clientes.
“Sabemos que no es fácil, pero elegimos emprender porque queremos algo nuestro, que tenga nuestra identidad, algo hecho con nuestras manos”, cuenta Joaquín, mientras prepara los frascos de yogur en su cocina, antes de salir a recorrer la ciudad. “Cada paso que damos lo hacemos con esfuerzo, pero también con ganas de crecer, de aprender, de mejorar”.
Una propuesta hecha en casa
El producto que ofrecen es yogur griego artesanal, sin conservantes, con diferentes toppings como frutas, granola, frutos secos o dulce de leche. “Cuidamos mucho la calidad y la presentación. Usamos frascos de vidrio reutilizables y tratamos de que cada yogur sea una experiencia rica y saludable”, explica Joaquín. “Hay personas que me esperan cada semana en sus trabajos o casas. Ya nos conocen, y eso nos llena el alma”.
El emprendimiento comenzó hace pocos meses, como una forma de generar ingresos y compartir algo que les gusta hacer. Con una receta casera y dedicación, fueron perfeccionando el sabor y sumando clientes. Hoy, la venta es mayormente cara a cara, con Joaquín recorriendo las calles de Río Grande con su conservadora térmica y su carrito, ofreciendo los yogures a vecinos, trabajadores, comercios y oficinas.
Emprender a pulmón (y con frío)
En una ciudad donde el invierno no da tregua, salir a vender a pie no es una tarea sencilla. Sin embargo, Joaquín lo hace con convicción: “El frío se siente, claro, pero también se siente el empuje, la motivación. Cuando alguien te dice ‘qué rico está’ o ‘gracias por pasar’, todo vale la pena”.
Además del clima, no faltan los desafíos de cualquier emprendimiento autogestivo: insumos que aumentan, ventas que a veces bajan, competencia. Aun así, Joaquín y su pareja siguen apostando al crecimiento: “Nos gustaría en el futuro tener un punto fijo, poder ampliar la producción, tal vez sumar otros productos naturales. Pero por ahora, vamos paso a paso, priorizando la calidad y el trato directo”.
Más que un producto, un mensaje
Detrás de cada frasco de yogur que vende Joaquín hay algo más que una transacción comercial. Hay una historia de esfuerzo, de búsqueda personal y de amor compartido. “Esto lo hacemos entre los dos. Mi pareja cocina, diseña los stickers, piensa los sabores. Yo salgo a la calle, hablo con la gente, reparto. Nos apoyamos todo el tiempo”, resalta.
En tiempos donde muchas veces se destaca lo que falta, historias como la de Joaquín invitan a mirar lo que sí está: voluntad, creatividad, solidaridad. “Nos pone contentos cuando la gente valora lo que hacemos. Porque no solo es vender un yogur, es mostrar que hay otra forma de vivir, de trabajar, de elegir”.
Por ahora, lo pueden encontrar en diferentes barrios, en recorridos que suele anunciar por sus redes sociales. También reciben pedidos por mensaje directo, y no descartan en el futuro participar en ferias o eventos.
Con frío, pero con ganas. Así camina Joaquín por Río Grande. Con el corazón bien puesto en su emprendimiento, llevando algo rico, sano y hecho con amor. Y dejando, en cada encuentro, una pequeña dosis de inspiración.